CONFESIONES DE UNA PALOMA ANILLADA
Aquel día P
recibió una sorpresa. La paloma con la que había establecido una relación impensable tiempo
atrás-de lo cual se sentía muy orgulloso-iba a revelarle una nueva y
desconocida dimensión. Él, aprovechando esa mayor cercanía, le había dirigido largos monólogos llenos de socarronería:
“¿Qué, otra vez aquí tan temprano? ¿Es que te echan de tu casa? ¿No te quieren
allí?” y cosas parecidas, que la pobre paloma aguantaba “impenitente” moviéndose, nerviosa, por el
borde de la pared de la terraza, mirándolo de lado, aún no muy segura de sus
intenciones.
Esa mañana ocurrió algo increíble. Antes de
que P comenzara otra vez con sus pesadas chácharas empezó a oír unos sonidos,
diferentes a los habituales, que salían del pequeño ser. ¡No podía ser! ¡Eran
palabras perfectamente reconocibles! ¡Le
hablaba a él!
“¡Eh, tú, sabiondo¡ Hoy te toca escuchar a ti. Nosotros, gorriones, tórtolas,
mirlos y yo misma, venimos a esta terraza por Ella, que es para nosotros como
una madre y hermana al mismo tiempo. No te enfades ni tengas celos. Nos
alegramos de tu nueva actitud, pero no eres Ella. Perdona la sinceridad. Su
comunión natural compartida es diferente. Tú estás lejos. Ella nos siente. Como
siente las plantas, todas, incluidas las de sus macetas de esta terracita. Como
siente la lluvia ¿Nunca te has preguntado porqué te exige que dejes un poco
abierta la hoja de la cristalera que comunica salón y terraza? Es para oír el
maravilloso canto de las gotas cuando llueve. Tú has mejorado mucho. No
desesperes porque los gorriones, siempre asustadizos, salgan disparados cuando
te notan. Si sigues por ese camino todo llegará.” Y la paloma siguió su parlamento
ante un alucinado P.
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Él la estaba mirando a través de la
cristalera. Era un día lluvioso. Tras haberse aseado, levantando graciosamente
el ala para que le entrara bien el agua en la zona, daba cuenta compulsivamente
de los trocitos de pan. Durante algunos días había faltado a su cita.
Quizás el
extraño sueño que tuvo recientemente P se había gestado en la preocupación por
su ausencia. Quién sabe.
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