sábado, 8 de julio de 2017

UNA HISTORIA ERÓTICA


U N A   H I S T O R I A   E R Ó T I C A                                                 

Lo  vio por primera vez en su  carromato de vendedor ambulante. Le impresionó la belleza del hombre. La perfección de estatua griega de su cuerpo incluía un rostro atractivo, de rasgos imposibles, en el que se hacía notar el intenso azul de sus ojos ¡Dios! ¿De dónde había salido “aquello”? De pronto, él la miró, al reparar en ella. Bastó ese instante. En aquellos pocos segundos, se sintió taladrada, turbada, por la mirada del desconocido. Tembló entera con la descarga. Frágil y sin voluntad, escrutada en lo más íntimo. Enseguida supo que   jugaría un papel definitivo en su vida. Le fue imposible olvidarlo en los días posteriores. Y volvió. Esta vez sola. A una hora solitaria. Él sabía que vendría. En realidad llevaba días esperándola. No cruzaron palabras. Con un delicado gesto la invitó a subir al carro. Este se alejó hacia el interior de un tupido bosque que existía cerca del pueblecito. Y allí ocurrió. Se completó la  seducción. Hicieron el amor de manera salvaje. El cuerpo de ella, hasta entonces apagado, se llenó de luz, incendiándose de un placer máximo e ignorado por la hembra. Su sangre,  estancada, se convirtió en un torrente acelerado. El éxtasis de erotismo se prolongó hasta la extenuación. Abrazada, fundida, entre los brazos de aquel hermoso macho, que la había arrastrado hacia una catarata de maravillosas y  desconocidas sensaciones.
Sobre las copas de los árboles una nube de ruidosos y juguetones pájaros pareció señalar el lugar en el que se amaron.

        Ella estaba casada, pero hasta ese momento, había estado más cerca de una “Thánatos” triste y tediosa que de “Eros” .Por fin, este dios la había poseído  a través del bello buhonero.
 Tras el extraordinario suceso, él la llevó al sitio donde la recogió. Aún alucinada, abandonó el lugar sabiendo que ya nada sería igual. Ningún tiempo podría borrar aquello.        
                                            -----
Pasaron meses. Pero un día, que salió en una especie de romería con la familia y amigos, su sangre se atropelló de nuevo al verlo. Allí estaba  con un grupo de desconocidos. Él también la advirtió. Y esta vez, aunque  con gente, volvió a repetirse.
La atracción invencible pasó por encima de todas las consideraciones y prudencias.
Afortunadamente, de un modo mágico, el reloj se paró para sus respectivos acompañantes y, como en esas secuencias cinematográficas, se convirtieron en estáticos espectadores de la loca pasión. Ella, sin recato alguno, instintivamente, moría por ser poseída otra vez.  Él, cómplice de esa pulsión erótica, la desnudó allí mismo. Se amaron, otra vez,  con la misma intensidad de una  verdad sin límites.
 De algunos machos y hembras, espectadores inmovilizados, parecieron salir, envidiosas, unas sombras libidinosas que, imitando a la pareja, montaron su propia orgía.
                                               ------------------
No se conoce como todo aquello se supo, pero, a pesar de los años transcurridos, en el lugar persiste en la memoria la leyenda del
“ buhonero y la mujer casada” .

No hay comentarios:

Publicar un comentario